LA PIRIPIPI
Del libro "Semblanzas litoraleñas"
En la ciudad de Buenos Aires, hace de esto algunos años, muchos taxistas deshonestos que circulaban por la Capital Federal, acostumbraban alterar el mecanismo del reloj de sus vehículos, para que las fichas cayeran más rápidas y en mayor cantidad.
Durante décadas, infinidad de taximetristas emplearon esa pícara práctica que les reportaban pingües ganancias. El procedimiento era el siguiente:
Oculto, debajo del volante, en el piso o en el tablero, había un botón que el conductor oprimía, sin que el pasajero se percatara.
En otros casos utilizaban algún sistema que se hallaba disimulado cerca de los pedales. Todos, sin excepción, aceleraban la caída de las fichas.
Para defender el bolsillo de los usuarios, la firma Digitrax lanzó a la venta un reloj inviolable, pero fue un tremendo fracaso comercial.
El Consejo deliberante de la Capital Federal, en 1978, durante la gestión del Brigadier Cacciatore promulgó una ordenanza. Esta medida obligaba a los dueños de taxis a colocar relojes digitales en sus unidades. Se argumentó en aquel momento, que era para proteger los intereses de los turistas que venían para ver el mundial de fútbol.
Volviendo al principio, fue un taxista correntino quien apodó con el singular nombre de "Piripipí", a esa vil maniobra en la que resultaba siempre, víctimas los desprevenidos usuarios.
La bautizó así, porque en la provincia de Corrientes se le dice "La piripipí" a todas las armas de repetición, como la escopeta.