Muchos fueron los casos que me tocaron investigar en mi vida, pero jamas uno con un final tan raro como el que les voy a relatar.
Durante toda la historia el rumor fue utilizado muchas veces por gente inescrupulosa para difamar a sus opositores, enemigos o para distraer la atención u ocultar algún delito cometido, precisamente, por aquel que lanzó el rumor. Este cuento demuestra una vez mas como se manejan algunos medios.
“Paseo fatal de una nena” así rezaba el título del diario Crónica aquella mañana para luego, mas abajo,desarrollar la noticia.
Según testigos presénciales, los acontecimientos ocurrieron de esta forma.
El domingo a la tarde un hombre llevó a su nieta a la calesita que está ubicada frente a la estación Pablo Podestá, en el partido de 3 de febrero.
La chica seguida por la atenta mirada de su abuelo subió, llena de entusiasmo, al carrusel y eligió para disfrutar del paseo "un caballito verde con manchas violetas" al cual abrazó como quien montara un caballo de verdad.
Todo transcurría normalmente pero, después de varias vueltas, la niña comenzó a mostrar signos extraños que llamaron la atención de su abuelo quien, de inmediato, avisó al calesitero para que éste detubiera la marcha.
Cuando se acercaron a la criatura pudieron observar que su carita se había transfigurado, que sus ojitos había perdido brillo y su semblante comenzaba adquirir una palidezi cadavérica y además no paraba de repetir ICO-ICO, ICO. El cuadro a simple vista era alarmante.
En forma urgente fue llevada al hospital de la zona, allí los médicos comprobaron que, pesar de los grandes esfuerzos, ya nada se podía hacer. La inocente expiró tras una breve pero dolorosa agonía.
El informes de la autopsia arrojó como resultado que la infante murió a causa de la picadura mortal de un ofidio. Con esos datos los investigadores se dirigieron a la calesita donde constataron que, dentro del caballito verde con manchas violeta, anidaba una enorme yarará.
El canal 2 que, por aquellos tiempos, era dirigido por el periodista Héctor Ricardo García, en una nota desde exteriores, el notero contaba, mientras la cámara hacía un paneo del lugar que, la víbora posiblemente había llegado al lugar entre las maderas que, transportaban los trenes que venían desde la provincia de Misiones y que estacionaban en la zona donde se hallaba la calesita.
Al día siguiente el diario Crónica se despachaba expresando que, preso de una profunda depresión, por lo ocurrido con su nieta, había muerto de un síncope cardiaco, el abuelo de la niña. El tema fue comentario obligado por varios días. El canal América anunciaba que la calesita fue preventivamente clausurada por, la posible, presencia de mas ofidios en la zona.
Veinte años después decidí reflotar aquel caso y comencé a investigar. No- no se imaginan ustedes con lo que me encontré.
Como exigen los libros en estos casos, comencé por el principio.
Empecé por buscar el lugar dondesupuestamente había fallecido la criatura, el nombre, la fecha exacta de sumuerte, acto seguido trataría de hallar al medico que firmó el acta dedefunción y en el caso de existir el documento sacarle una fotocopia.
Deambulé por varios hospitales de la zona, el Posadas, el Thomson, elEva Perón, durante varios días anduve entrevistando a los directores de estoscentros sanitarios pero ninguno me pudo aportar los datos que buscaba.
Por sugerencia de un amigorecorrí comisaría donde, posiblemente, había quedado radicado la denuncia. Enprimer lugar, visité la comisaría de Billinghurts, con resultados negativos,luego fui al destacamento policial de Eufrasio Álvarez que está sobre la avenida Márquez, conidéntico resultado.
Ninguna de las personas que me atendió supo darme una repuesta satisfactoria. Era como si aquel hecho nunca hubiera ocurrido.
Ya casi al borde del desaliento,decidí hacer el último intento. Me acerqué al lugar donde, de acuerdo a lo informado por el diario Crónica y canal 2, había ocurrido aquel lamentable accidente.
Lo que me contó un viejito que, desde hace un cuarto de siglo, atiende un puesto de diario en frente de la estación, cuando le pregunté sobre aquel hacho ocurrido en la década del 80, superó ampliamente mi capacidad de asombro.
—Ocurrió los siguiente, Juan, un vecino de la zona consiguió un permiso para instalar la calesita ahy en frente y comenzó a trabajar, pero un día se acercó , con intenciones de trabajar, un pochoclero y don Juan no le se permitió diciendóle que ese lugar era exclusivamente suyo.
El pochoclero se enojó mucho y no tuvo mejor idea que llamar a Crónica.
—Perdón señor , ¿usted me está diciendo que aquí nunca hubo un accidente, que no murió ningún chico? pregunté de inmediato.
El viejito, mientras acomodaba los diarios, me miró, sonrió y movió levemente la cabeza.
Una formación comenzaba a abandonar lentamente la estación de Pablo Podestá.
Continuará.