Radioteatro
(Cuento, 4ªparte)
En los años sesenta una invasión de películas americanas de cow voyazotaron las salas de los cines correntinos y él cine nuestro no fue laexcepción.
En la sala de nuestro pueblo daban la misma película durante toda lasemana, siempre y cuando no lloviera, porque si eso ocurría y no podía entrarla mensajería, podíamos estar semanas enteras viendo el mismo film.
Recuerdo que “A la hora señalada”, la vimos veinticinco días seguidos. Ala segunda semana de exhibición , Gary Cooper cuando aparecía en pantalla, yanos saludaba con las manos y a nosotros nos cayó tan simpático que lo invitamosa visitar Corrientes.
Fue tan grande la influencia de aquellas películasprotagonizadaspor Randal Scott, Alan Lad,Burt Lancaster, entre otros, que los chicos comenzaron a imitar la forma dehablar de aquellos actores.
Por lo tanto, no era extraño escuchar a un muchacho decirle a otro:
—Mba epa, Joe. Y recibir comorepuesta.
—Very good, Luicho
En Corrientes existía una costumbre caballeresca muy arraigada y, era lasiguiente: Cuando dos personas discutían o tenían un entredicho, para dirimirel pleito convenía encontrarse a la medianoche en un lugar determinado, quepodía ser: cerca del viejo molino, detrás del cementerio o en la cancha pelota.
Los dos solo. Sin testigo. No debía estar un tercero que, eventualmente,lo pudiera separar, porque la pelea podía ser a muerte. Los muchachosinfluenciados por las películas hablaban mas o menos así.
—To nigth a kill, aña mbemby.
La repuesta era la siguiente.
—No, ¡yo te voy a matar a vos! Song of devil.
Al Turco y a mí también nosafecto aquel influjo y por carácter transitivo llegó a nuestro personaje.
Cuando Rosendo sorprendía, supuestamente, a un delincuente le gritaba:¡Detente bribón o haré fuego!
Nada que ver con nuestra idiosincrasia, porque el milico correntino encircunstancia parecida, en una situación semejante o en un caso similar, saca el revolver, se pone de costado ymientras te apunta te grita
—¡Parate! Ahí aña mbemby o teencajo bala!
Para suerte de la literatura y lanuestra un día volvió al pueblo, un amigo nuestro que había estado viviendo enBs.As.
—Lo que ustedes hacen es muy bueno, por qué no se van a Bs.As, allí esto puedecaminar. Nos dijo como para entusiasmarnos. Nos contó que había conocido “LaCalle que nunca duerme” y que la había transitado varias veces , lo quedespertó nuestra envidia. Además nos dijo que con su novia iba una vez porsemana al mueble. Nosotros de inmediato le preguntábamos.
—¿A que iban a ese lugar?
Y nuestro amigo siempre nos respondía con una carcajada.
Pero lo que nos terminó de convencer fue cuando nos comentó que todo los domingos seguía a su equipofavorito y que éste tenía un estadio que era una belleza arquitectónica.
Con la velocidad mental que noscaracterizaba ¡Belleza arquitectónica! Pensamos y con el turco nos miramosy a dúo le preguntamos
—¿Conoces la cancha de Boca?
—Si, la conozco, si ustedes sevienen para Bs.As, iríamos los tres a la cancha. Nos contestó con tonoconvincente.
Entonces decidimos poner fin al radioteatro, pero una vez mas nosenfrentamos a la falta de ideas, carecíamos de argumentos como para darle unfinal coherente a la obra.
Fiel a nuestro estilo, recurrimos a una palabreja que estaba de moda en aquellos tiempo y que su significado ignorábamos pero como sonaba atractiva decidimos emplearla.
Le les dijimos a nuestra audiencia que Rosendo,después de mucho tiempo de luchar para imponer la justicia, a pesar suyo, se retiraba a descansar por un tiempo a unaestancia de la zona porque ,lamentablemente, estaba afectado por un profundo surmenaje.
¿FIN?...